Había
la costumbre de mencionar al hombre del saco cuando se quería llamar
la atención al tiempo de conseguir la obediencia de los niños
pequeños. Haz esto o aquello que si no aviso al hombre del saco y
vendrá para llevarte. Normalmente en los primeros momentos esa
amenaza surtía el efecto deseado, pero cuando ya tenías a tus
espaldas alguna que otra “fechoría” y viendo que por mucho que
las mujeres de casa clamaran por la llegada del famoso personaje y
que éste demoraba y demoraba su presencia, la sensación de
tranquilidad se apoderaba de nuevo de uno.
Aquel
día hacía frío, en su pueblo decían que después de la Encina el
invierno encima...Hacía frío y el chaval jugaba con su hermano
pequeño dentro del vestíbulo de la casa de su abuela. El espacio
era grande, a lado y lado había almacenes donde se guardaban muebles
que no se utilizaban, el carbón para alimentar las cocinas o las
pinturas, brochas y pinceles de su tío. En medio de esta gran
estancia había un puntal de madera que aguantaba alguna de las
grandes vigas del piso superior. Este punta tenía colgando una
argolla en donde en tiempos antiguos se ataban los caballos.
De pronto oyó pasos, se giró y se encontró a menos de un metro de
distancia con el hombre del saco !!!!!!, un escalofrío le
recorrió de arriba a bajo. ¿Como podía ser que lo hubieran llamado
si no había hecho nada destacable de ser recriminado?, o ¿quizás
era que venía de lejos y ante la insistencia de las mujeres, se
había decidido por fin a buscar a aquel pequeñajo que no atendía a
las órdenes de su madre, abuela y tías?.
Allí estaba él con su larga barba y cabello grisáceo, vestido con
ropas viejas y gastadas, la piel de la cara dejaba entrever la dureza
del día a día, sus botas denotaban las vivencias de los muchos
kilómetros recorridos por los caminos de la comarca, el saco no
parecía estar muy lleno. El miedo le paralizó, no podía salir
corriendo escaleras arriba y tampoco podía escapar hacia la calle
donde podría esconderse con facilidad. Después de un par de
segundos que le parecieron una eternidad, oyó la voz de su padre que
asomaba por detrás del saco y le decía que cogiera a su hermano,
que se iban para casa a comer. ¿A comer en su casa con el hombre del
saco, el enemigo número uno de los niños de su edad ????
Subían detrás de ellos a un par de metros de distancia, había que
mantener una cierta prudencia y dejar la retaguardia libre por si el
momento requería una rápida huida. Asía la manita de su hermano
con fuerza.
Pasaron de largo el primer piso y la gran puerta donde vivía su
abuela, a partir de ahí la escalera de madera de antiguos tablones
de castaño daba acceso a su casa y la de sus tíos.
El padre llamó a la puerta y su madre les vino a abrir, aún debía
de estar acabando de preparar la comida ya que llevaba puesto un
mandil y asía un trapo de cocina en una de sus manos.
-. ¿Cómo se te ha ocurrido traer a este hombre a casa?, ¿no ves
que se han asustado los niños?.
.- Este hombre tenía hambre y me pidió comida, hoy comerá con
nosotros......
Durante el tiempo que estuvieron sentados a la mesa, no le quitó el
ojo de encima.
El impacto emocional que le produjo aquella situación tardó un
tiempo en diluirse, desde entonces ya no tuvo miedo a aquellos hombres, entendió quienes eran y qué se agolpaba en el interior de aquellos viejos sacos. Se imaginó la tristeza que les
debía de producir ver como los niños se alejaban de ellos cuando los
veían aparecer por las calles y plazas de las aldeas y pueblos .