7 sept 2013

La Montesa Impala


En cierta manera recordaba a un perro fiel, reconocía el ruido que producía el escape de la Montesa de su tío cuando éste encaraba el principio de la calle a un buen centenar de metros de distancia de su casa. Esperaba detrás de la gruesa puerta de madera de la casona donde vivía su familia y cuando creía que la moto estaba a punto de frenar y antes de que a su tío le diera tiempo de echar el pie a tierra y parar el motor, el chaval salía rápidamente esperando la recompensa a la diaria espera. Una vuelta en moto por el barrio.
Un día le regalaron un casco de color rojo. Era metálico y tenía una correa que se ajustaba por debajo del mentón, era un casco de verdad!. Pero el regalo no acabaría allí, aquel día era especial porque el viaje duraría mucho más. Irían al Montearenas, una montaña muy cerca de su casa. Una montaña mítica, así como l'Alpe d'Huez es para los amantes del Tour de France, ir al Montearenas era el no va más...

29 sept 2012

EL HOMBRE DEL SACO


Había la costumbre de mencionar al hombre del saco cuando se quería llamar la atención al tiempo de conseguir la obediencia de los niños pequeños. Haz esto o aquello que si no aviso al hombre del saco y vendrá para llevarte. Normalmente en los primeros momentos esa amenaza surtía el efecto deseado, pero cuando ya tenías a tus espaldas alguna que otra “fechoría” y viendo que por mucho que las mujeres de casa clamaran por la llegada del famoso personaje y que éste demoraba y demoraba su presencia, la sensación de tranquilidad se apoderaba de nuevo de uno.

Aquel día hacía frío, en su pueblo decían que después de la Encina el invierno encima...Hacía frío y el chaval jugaba con su hermano pequeño dentro del vestíbulo de la casa de su abuela. El espacio era grande, a lado y lado había almacenes donde se guardaban muebles que no se utilizaban, el carbón para alimentar las cocinas o las pinturas, brochas y pinceles de su tío. En medio de esta gran estancia había un puntal de madera que aguantaba alguna de las grandes vigas del piso superior. Este punta tenía colgando una argolla en donde en tiempos antiguos se ataban los caballos.

De pronto oyó pasos, se giró y se encontró a menos de un metro de distancia con el hombre del saco !!!!!!, un escalofrío le recorrió de arriba a bajo. ¿Como podía ser que lo hubieran llamado si no había hecho nada destacable de ser recriminado?, o ¿quizás era que venía de lejos y ante la insistencia de las mujeres, se había decidido por fin a buscar a aquel pequeñajo que no atendía a las órdenes de su madre, abuela y tías?.

Allí estaba él con su larga barba y cabello grisáceo, vestido con ropas viejas y gastadas, la piel de la cara dejaba entrever la dureza del día a día, sus botas denotaban las vivencias de los muchos kilómetros recorridos por los caminos de la comarca, el saco no parecía estar muy lleno. El miedo le paralizó, no podía salir corriendo escaleras arriba y tampoco podía escapar hacia la calle donde podría esconderse con facilidad. Después de un par de segundos que le parecieron una eternidad, oyó la voz de su padre que asomaba por detrás del saco y le decía que cogiera a su hermano, que se iban para casa a comer. ¿A comer en su casa con el hombre del saco, el enemigo número uno de los niños de su edad ????
Subían detrás de ellos a un par de metros de distancia, había que mantener una cierta prudencia y dejar la retaguardia libre por si el momento requería una rápida huida. Asía la manita de su hermano con fuerza.

Pasaron de largo el primer piso y la gran puerta donde vivía su abuela, a partir de ahí la escalera de madera de antiguos tablones de castaño daba acceso a su casa y la de sus tíos. 

El padre llamó a la puerta y su madre les vino a abrir, aún debía de estar acabando de preparar la comida ya que llevaba puesto un mandil y asía un trapo de cocina en una de sus manos.
-. ¿Cómo se te ha ocurrido traer a este hombre a casa?, ¿no ves que se han asustado los niños?.
.- Este hombre tenía hambre y me pidió comida,  hoy comerá con nosotros......
Durante el tiempo que estuvieron sentados a la mesa, no le quitó el ojo de encima.
El impacto emocional que le produjo aquella situación tardó un tiempo en diluirse, desde entonces ya no tuvo miedo a aquellos hombres, entendió quienes eran y qué se agolpaba en el interior de aquellos viejos sacos. Se imaginó la tristeza que les debía de producir ver como los niños se alejaban de ellos cuando los veían aparecer por las calles y plazas de las aldeas y pueblos .